Este sábado, puntuales a la palabra dada, el frente díscolo del Grupo Parlamentario de Podemos Navarra convocó su segunda asamblea para acólitos. En contra de los consejos de mi madre y de varios amigos, y a costa de que se recrudecieran mis problemas gástricos, no me pude resistir y allá que fui.
El acto arrancó con Cousso relatándonos por enésima vez lo malo, cobarde y machista que era Santos por denunciar a Garantías únicamente a las 2 mujeres de su banda y no atreverse a hacerlo con los 2 hombres. A la par, hizo también una loa de su compromiso feminista, compromiso que no cabía poner en duda a pesar de que muchas de sus intervenciones en plenos y comisiones parecieran más propias de un hombre de Cromañón. Para justificarse incluyó una infumable explicación bajo el título “la parábola del parlamentario y la termomix”, que, como incluía también un robot barredor, omitiré por respeto a la higiene mental del lector.
Pérez, por su parte, empezó su diatriba insistiendo en lo buenísima que seguía siendo ella y lo bruja que era la Aznárez (me viene a la cabeza, sin embargo, que hace tan sólo unos meses las 2 aparecían sonrientes y abrazadas en sus respectivos perfiles de Facebook). Tras darle un buen repaso a la Presidenta del Parlamento Foral, Laura continuó explicándonos que, en contra de la opinión de la dirección del partido, según la cual los díscolos están fuera de Podemos, ellos 4 sí son la legítima representación de los 46.000 votantes de las forales de 2015. Entenderán ustedes que, después de más de 2 meses de sainete, ya me haya acostumbrado a ver como mi representación no es más que una mercancía que va, igual que la falsa moneda, ora a manos de los lauristas, ora a manos de los santistas. Pero este sábado, para más inri, Laura añadió una nueva variable al problema al poner de manifiesto que Aznárez y Buil, no ya sólo no nos representan a nosotros, pobres electores de a pie, sino que tampoco la representan a ella. Y yo me pregunto, si los 7 parlamentarios se votaron mutuamente, ya que iban en la misma lista, pero ni tan siquiera, y a pesar de esto, se representan unos a otros ¿quién nos representa realmente a los demás?
En cualquier caso, los despropósitos de la velada no acabaron aquí. Según nos contó Laura, Santos había prohibido a la asesora jurídica del partido que prestara servicio a los 4 insurgentes, con lo que no les iba a quedar más remedio que dejar de donar una parte de su sueldo a Podemos y, con ese dinero, contratar una asesoría externa. Para darle mayor respaldo a la propuesta la sometieron a votación del público asistente que la suscribió de manera rotunda.
Seguro que a estas alturas del artículo se estarán preguntado que aportaron a la Asamblea Velasco y Carrillo. Carrillo no abrió la boca ni para decir hola ni adiós. Velasco tuvo 2 intervenciones breves que ambas no sumaron ni 3 minutos. Lo más reseñable (y triste) de sus palabras fue cuando aseguró que desde que desempeñaba el cargo de parlamentario se había convertido en más cínico y peor persona de lo que era antes de entrar en política, pero que, al menos, le quedaba el alivio de haberse dado cuenta de que Santos era aún más malo que él (y quien no se consuela es porque no quiere).
Llegados a este punto no me quedó más remedio que solicitar la palabra para pedir a Laura que explicase cuál era su responsabilidad por haber colocado en su “superlista vip echa a dedo” -como así la definió en algún chat- a Aznárez, Buil y Santos; qué grado de culpa tenía ella por haber nombrado secretarios de organización a 3 personas amigas íntimas suyas (ninguna de ellas mujer) y que luego la “habían traicionado”; y, en definitiva, hasta dónde llegaba su responsabilidad por que le hubieran salido tantos sapos alrededor que, parafraseando a Orwell, podríamos calificar la actual situación en el partido como una auténtica rebelión en la charca. Laura me contestó que manzanas traigo.
Revolviéndome en mi silla, al borde del paroxismo, y mientras se hablaba de la posibilidad de crear una formación política nueva para concurrir a las autonómicas de 2019 (algo que, por lo visto, se lleva trabajando desde hace meses entre el sector conocido dentro del podemismo navarro como Lauranzadi), vino en mi rescate un mensaje de mi pareja avisándome que había llegado a lo viejo y que tirara ya para la Estafeta a comer unos pintxos. Obediente, cogí la chaqueta y abandoné meditabundo la sala reflexionando sobre el futuro de la izquierda Navarra. A pesar de este relato desolador, sí se puede. Seguimos.