En febrero de 2013, después de que hubiéramos impulsado la versión foral de “Toma el Parlamento”, después de que hubiéramos comparecido en el Parlamento de Navarra para argumentar por qué no considerábamos válido el marco político actual, algunas de las personas que nos conocimos en el 15M, no encontramos razones para concurrir electoralmente que no fueran las de desdecirnos de los muchos y buenos motivos por los que el 15M se conformó en diagonal, en lugar de concurrir electoralmente.
En febrero de 2014 participé en las primeras reuniones para lanzar Podemos en Pamplona. Desde ese primer momento ya tuve serias dudas de que Podemos no fuera contradictorio con el 15M, del que se reclamaba continuador o superador. Alguno de vosotros, a quienes no conocía aún, estabais presente en aquella primera reunión en la Carbonilla y quizás lo recordéis. Dedicamos una mañana a reflexionar única y exclusivamente sobre qué actitud podríamos tomar ante los ciclos electorales que se avecinaban en 2014 y 2015. Teníamos el recuerdo amargo de la mayoría absoluta del PP en noviembre de 2011.
Los primeros resultados en las europeas y la espuma mediática que siguió nos arrastraron a todos. A mí no tanto, por una circunstancia personal que me apartó de todo activismo desde la primavera hasta el otoño de 2014. Cuando volví a aparecer, no me gustó nada lo que vi en Pamplona. Y lo que veía en Madrid, me decepcionaba a marchas forzadas.
De Aranzadi, nada voy a decir que no sepáis. Algunas personas, con mayor o menor honestidad y coherencia, nos fuimos apartando al reconocer nuestra incapacidad de hacerlo mejor. Mi sensación personal, parecida a la de las demás personas que se fueron, es agridulce. Satisfacción por haber contribuido a un pequeño cambio a nivel municipal. Buenos recuerdos de muchas personas. Sensación de fracaso personal y de no haber sido capaz de hacerlo mejor. Y en mi caso, ha quedado la necesidad de integrar esta experiencia con aquellas reflexiones de febrero de 2013.
Ni a Podemos ni a ninguna organización focalizada al resultado electoral y a la ocupación de espacios institucionales.
La democracia electoral es perfecta para desarmar la protesta, porque interioriza en la organización valores de Poder y de Competitividad, y porque promociona a los puestos de responsabilidad a personas que se adaptan especialmente bien a los vicios del sistema.
No condeno a las personas.
No son ni mejores ni peores que las demás.
Simplemente, la dinámica del sistema las utiliza y las empuja porque son las adecuadas para el papel que toca.
Considero imprescindible juntarse y organizarse para la lucha social y política y la participación directa o indirecta en procesos electorales. Es la vieja necesidad que ha servido durante generaciones para dar sentido global e histórico a todas las luchas puntuales y locales.
Pero sé que no tenemos desarrollada todavía la cultura y las formas de organización para evitar los errores del pasado y del presente.
Me gustaría pertenecer a algo de lo que me sintiera orgulloso, sin caer en el sectarismo.
Me gustaría compartir con mucha gente respuestas y propuestas y un horizonte estratégico sin caer en el dogmatismo, siempre permeables a aprender de fuera y de dentro.
Me gustaría una organización que cuidara de las personas, que las acogiera sin machacarlas, que las hiciera sentirse y ser útiles a pesar de los defectos que cada una tenemos.
Me gustaría pertenecer a algo que nos hiciera mejores.
Ya no estoy en Podemos ni considero Podemos sitio fértil para estar.
Un hombre bueno se acercó a donde estábamos, nos dejó estas palabras, y se fue luego de un rato.
PODEMOS nació para liberar a los ciudadanos de los grilletes del status quo vigente y de los personales de cada cual, pues el adoctrinamiento pertinaz al que somos sometidos -y ya llevamos 81 años de nacional catolicismo- ha hecho que gentes que se consideran de izquierdas tengan los mismos criterios y objetivos que las de derechas y encima lo ignoren.
ResponderEliminarLa función de PODEMOS era de zapadores: construir, habilitar, desbrozar… el terreno minado de impedimentos democráticos, porque todas nuestras estructuras y cimientos están asentados en el franquismo retrógrado e inmovilista. Pequeños detalles, hechos y actuaciones hasta el gran y transcendente asunto catalán, que es donde verdaderamente se ha visto la mentira o el no saber hacer por parte de PODEMOS, constatan que en vez de darnos una alternativa a la casta, son tan casta como el resto.
El discurso trasnochado de la política ha envenenado a PODEMOS y se han convertido en una herramienta roñosa para la política moderna. Con el Derecho a Decidir, no lo olvidemos, bandera del originario PODEMOS, han actuado como chaperos barriobajeros para los macarras del Estado: basta ver la adhesión inquebrantable a las estrategias y objetivos del unionismo neofranqusita, apoyando y participando en unas elecciones proclamadas al amparo del 155 que para más desvergüenza, dicen estar contra su aplicación: siempre jugando al despiste como los tramposos…
“No son legítimos” los 2’5 millones de votos depositados ante el estado de guerra que decretó el gobierno del PP a la democracia. ¿Y si los catalanes declarasen a PODEMOS no legítimos, qué tal? ¿Por qué pues las confluencias catalanas de PODEMOS –Ada Colau- votó si era ilegítimo? ¿Para decir la política es un circo? ¿Es PODEMOS un payaso de circo, pues?
El Derecho a Decidir es una herramienta inexistente en nuestra seudo-democracia y la obligación de PODEMOS es habilitarla para que los ciudadanos la usemos a nuestro juicio en cada asunto que los ciudadanos creamos oportuno. No es Derecho a Decidir hacer lo que dicta el partido ni el partido debe indicar a los ciudadanos lo que votar. Eso es lo que hace la casta. En PODEMOS hay miles de votantes que desean votar independencia en la coyuntura actual. Tal vez en otra no lo harían. Esto y no otra cosa es Derecho a Decidir. Por tanto el deber político de PODEMOS, repito, es proporcionar las herramientas que nos faltan y ya seremos los ciudadanos los que las usemos según nuestros criterios de la misma forma que lo hacemos al depositar el voto a favor de tal o cual partido político.